“No puedo respirar”
Gloria Bejarano de Calderón. Exprimera Dama de la República. Ex-diputada de la República. racglo@hotmail.com
Gloria Bejarano de Calderón. Exprimera Dama de la República. Ex-diputada de la República. racglo@hotmail.com
“¡No puedo respirar!”, el grito de un hombre que despertó las
conciencias de millones alrededor de mundo y a pesar de los abusos y los
excesos que se han presentado, el grito desesperado de ese hombre sigue
siendo un llamado a la reflexión. Un llamado a repensar
como sociedad cual es nuestro comportamiento, nuestro nivel de
tolerancia y empatía.
Cabe preguntarse si el odio, el resentimiento y el irrespeto que se
expresa en forma solapada a través de las redes sociales no es un
comportamiento enfermizo y en muchos casos cobarde. Querer disimular
con chistes que ridiculizan o irrespetan a las minorías
no hace menos grave la ofensa; las palabras, por divertidas que
parezcan tienen el propósito de menospreciar, insultar o discriminar a
otros sea por su nacionalidad, su raza, su género, su preferencia
sexual, su religión o su filiación ideológica.
Es innegable que hay prácticas discriminatorias, de intolerancia e
irrespeto presentes en nuestra sociedad, resabio de aquellas normas que
impedían que los afrodescendientes pasaran de Turrialba o que muchos
indígenas no tuvieran acceso a cedula de identidad
sino hasta 1990; y quisiéramos pensar que hemos sido capaces de superar
estas prácticas, pero desgraciadamente no es así y solo hemos sumado
nuevos grupos a los cuales se les ataca y discrimina. Hay patrones
culturales que persisten en el inconsciente colectivo
que nos lleva a prejuzgar a las personas por el color de su piel, su
origen étnico, su condición socio económica, su forma de pensar o por el
trabajo que realizan.
El asesinato del Sr. George Floyd fue la gota que derramó el vaso y
levantó la indignación en el mundo de todos aquellos que han sufrido el
racismo, la injusticia, la pobreza y la persecución y de quienes no
aceptamos la propagación del odio en ninguna de sus
formas.
En Costa Rica no hemos visto estas manifestaciones, pero no nos podemos
engañar y por más que algunos traten de disfrazar sus comentarios como
bromas o justifican su actuación amparándose en sus creencias, la
intolerancia y la discriminación está presente en
nuestra sociedad y si queremos erradicarlas tenemos que ser conscientes
que, en mayor o menor grado, conviven en nuestro entorno.
No sé cuántas personas en nuestro país sienten que “no pueden
respirar”. Pero, aunque fuera solo una, no hay nada que pueda
justificar que alguien se sienta así en un país de paz y respeto a los
Derechos Humanos.
El alarmante aumento de las manifestaciones supremacistas, del racismo y
la homofobia, que sumados al ataque constante a la institucionalidad y
la manipulación y distorsión de la historia nos plantean un panorama
poco halagüeño del cual tenemos que tomar conciencia
antes que sea tarde.
El uso de las redes sociales para crear confusión, infundir el miedo,
propagar noticias falsas, difamar e incitar al odio nos está conduciendo
al caos y la desestabilización y si bien Costa Rica no ha llegado a
niveles de violencia extremos no estamos exentos
de caer en ellos si se promueve la intolerancia, la discriminación y la
violencia como la que sufrió recientemente una mujer contagiada por el
Covid 19.
Tengamos claro que ningún movimiento extremo, de uno y otro lado, tiene
interés en fomentar el diálogo, el respeto, la sana convivencia o el
fortalecimiento de valores y principios; su propósito es dividir a la
sociedad, minar la unidad de los pueblos, polarizar
a la opinión pública y propiciar el enfrentamiento y el fanatismo, todo
con el fin de sacar algún rédito, sea político, religioso o económico.
Hoy, cuando el mundo entero grita “No puedo respirar”, los
costarricenses sabemos que algo hemos hecho bien, que hemos avanzado en
el camino de la equidad, el respeto y la justicia social, y aunque
tenemos mucho camino por recorrer, la historia nos dice que
tenemos la capacidad para dialogar y ser asertivos, empáticos,
solidarios y tolerantes. No perdamos el camino, no seamos ingenuos, no
nos dejemos manipular y mucho menos permitamos que nos dividan y nos
lleven a ocupar posiciones extremas.
La humanidad está viviendo un momento de transición en el que después de
esta cuarentena deberíamos proponernos construir un mundo mejor, usar
este momento para renacer y buscar nuevas formas de convivencia más
armónica, respetuosa, equitativa y justa. Una
responsabilidad que no es exclusiva de dirigentes, autoridades,
políticos o religiosos, todos debemos buscar la forma de unirnos para
enfrentar la difícil situación que se vislumbra y frenar a quienes
quieran dividirnos, pues solo juntos podremos salir adelante.